miércoles, 27 de mayo de 2009

La “Revolución Ciudadana”

Este Texto fue escrito por un buen amigo mio, noches enteras de cerveza y discusiòn, dieron como resultado estas pequeñas pero consisas letras. Esperemos que sean de su agrado o desagrado y si no jodasen, nos veremos en las calles !!!

La “Revolución Ciudadana”
por Decretos está Condenada al Fracaso

La revolución social no puede darse solamente con una asamblea constituyente, se debe tomar las propuestas de los socialistas parisinos, que la revolución se puede gestar y desarrollar solamente con la agrupación social masiva, continua y espontánea.

La genialidad de una persona no justifica nada, porque ni el intelecto más abrumante es capaz de abarcar la infinita diversidad de intereses, aspiraciones y necesidades que constituyen la voluntad colectiva del pueblo ecuatoriano o de satisfacer a todos con una organización social gestada por una sola persona.

La abolición del Estado y de la Iglesia debe ser la condición primera e indispensable para la emancipación efectiva de la sociedad, una “Revolución Ciudadana” real.

Nuestro gobierno tiene algunos principios socialistas, cuya base radica en cierta herencia cristiana, alejándose cada vez más del materialismo revolucionario.

El cristianismo como el socialismo, en este caso, procuran básicamente la aprobación y la preservación del orden social en los sistemas en los que están presentes, apoyan el fundamento de justicia social, pero que en el caso de ambas no es más que un dar por compasión, porque “me da pena” ¿Porqué esta aseveración? Simple, la consistencia de las propuesta del actual régimen se basa en dejar solo un poco mejor a las clases económicas desfavorecidas, en lugar de cambiar radicalmente su modus vivendi.

Liquidando definitivamente al Estado se puede lograr un cambio verdadero y honesto, organizando una República, no con el concepto de Giuseppe Mazzini (sistema de República en forma de Estado), sino una república como una comuna, como una federación, una genuina República popular.

Con certeza puedo decir que todo se ha transformado en una aristocracia gubernamental, pues la clase de personas que están arriba no tienen nada en común con la masa del pueblo, explotando y sometiendo a dichas masas bajo el pretexto del bienestar común o de la salvación del Estado.

No es el tipo de gobierno, sino el principio y existencia del mismo donde radica el fracaso.

martes, 5 de mayo de 2009

Orgullo Obrero


La Jornada laboral de ocho horas

La historia de los “mártires de Chicago” comienza en una convención de la Federación de trabajadores de Estados Unidos y Canadá en 1884. En esa convención, la Federación llamó a los trabajadores a luchar por la jornada laboral de 8 horas (que se venía pidiendo desde la década de 1860), para sustituir el día laboral de 10, 12 y hasta 16 horas que prevalecía. La Federación declaró que la jornada de ocho horas entraría a efecto el 1º de mayo de 1886. En los meses previos a esa fecha miles de trabajadores, organizados e independientes, fueron puestos en alerta. Las fuerzas represoras policíacas y de la guardia nacional se prepararon para contrarrestar a los trabajadores, recibieron equipo y armas nuevas financiadas por poderosos líderes comerciales, que se oponían a las demandas laborales. Chicago fue el centro principal de la agitación.


El primero de mayo de 1886

El primero de mayo de 1886, Albert Parsons, líder de la organización laboral “Caballeros del Trabajo de Chicago”, dirigió una manifestación de 80 mil trabajadores a través de las calles de Chicago, solicitando la reducción del horario laboral a ocho horas diarias. En los siguientes días se unieron a esta demanda 350 mil trabajadores de toda la Unión Americana, que iniciaron una huelga nacional que afectó más de mil fábricas. La unión de los trabajadores causó mucha alarma entre los industriales y en la prensa, pues vieron en las manifestaciones el inicio de una “revolución”.


Los anarquistas y otros radicales políticos creían que la petición de reducción de jornada era una medida moderada y en un principio no quisieron involucrarse, pero el nivel de convocatoria que logró Albert Parsons convenció a los anarquistas de integrarse al movimiento. El 3 de mayo August Spies, director de un periódico laborista, habló ante 6 mil trabajadores. El grupo de huelgistas se dirigió después a una fábrica cercana, la planta McCormick, a manifestarse. Pronto llegó la policía, abrió fuego y mató por lo menos a un huelgista, hiriendo a muchos más.
La masacre de Haymarket

Los anarquistas convocaron a una reunión masiva en la noche del 4 de mayo de 1886 en el mercado de la ciudad (Haymarket), con el propósito de protestar por la brutal acción policiaca del día anterior. Spies, Parsons y Samuel Fielden fueron los oradores en Haymarket, ante una reunión de 2 mil 500 trabajadores. Cuando la manifestación estaba terminando y empezaba a llover, llegaron al lugar cerca de 200 policías. Mientras la policía pedía que se dispersara la reunión, alguien lanzó una bomba que estalló y mató a un policía. Se armó el alboroto y en la confusión la policía comenzó a disparar, causando la muerte de siete policías y cuatro trabajadores, además de muchos heridos. Nunca se supo quién lanzó la bomba, pero este incidente se tomó como pretexto para perseguir anarquistas y organizaciones laborales a lo largo del país. La policía saqueó hogares de trabajadores y arrestó a muchos de ellos.









Los mártires de Chicago

El 21 de junio de 1886, ocho líderes laborales (Parsons, Spies, Fielden, Schwab, Fischer, Lingg, Engle y Nebee) fueron acusados de conspiración para asesinato por la explosión de la bomba que mató al policía. El juicio, que condenó a siete de ellos a morir ahorcados y a uno a 15 años de cárcel, estuvo plagado de mentiras e incluso el fiscal llegó a pedir al jurado: “Castigue a estos hombres, haga un ejemplo de ellos, cuélguelos y salve nuestras instituciones”. El 11 de noviembre de 1886 fueron ahorcados Parsons, Spies, Fischer y Engel. Louise Lingg, anarquista, se suicidó en prisión y Fielden, Nebee y Schwab lograron conmutar la pena de muerte por cadena perpetua. Más de 200 mil personas asistieron a la procesión funeraria de los líderes muertos.



El caso de Haymarket provocó un escándalo internacional. El gobernador Oglesby recibió cientos de miles de cartas pidiéndole clemencia para los condenados, pero todo fue inútil: los condenados fueron ejecutados. La verdadera causa de su muerte no fue la explosión de la bomba, sino su capacidad para organizar a la clase obrera en demanda de mejoras laborales, con lo cual amenazaban los intereses de industriales y conservadores dentro del gobierno.

La barra de abogados de Chicago condenó el juicio y siete años después el Gobernador de Illinois, John Peter Altgeld, declaró la inocencia de los ocho acusados y liberó a los tres sobrevivientes. Se construyó un monumento para depositar los restos de los hombres juzgados y honrar su memoria. Más tarde los restos de otros líderes laborales, como Emma Goldman, Bill Hayward y Joe Hill, fueron depositados en el Monumento Haymarket en Chicago.